2º envío
13 de agosto de 2009 – 23h
¡Hola mi hijita querida! Para que lo sepas, tu energía es tan dulce cuanto la mía propia. Soy la Madre María y no podría dejar de felicitarte por todo el trabajo que vienes desarrollando ya ha tanto tiempo. Sabe, mismo cuando pensabas que estabas sola y alejada de todos nosotros, estábamos a una sola respiración de distancia. Todas las veces que has hablado en público, en una tierra extranjera, en una lengua que no es la tuya, enseñando a sus hermanos verdades tan bellas como la importancia del perdón, o ayudando a los demás a encontrar su propia alegría de vivir, yo y mi amado hijo allí estábamos, dándote fuerzas y apoyándote. Has sido siempre muy valiente. Así que quiero darte las gracias y dejarte también mis bendiciones. Hoy y siempre tu Madre,
Maria
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